Lo que me ocupa


Hay una tendencia masificadora a simplificar y diluir los mensajes para que sean más aceptables en un público más amplio, que trajo consigo la pérdida de la riqueza y la complejidad de las teorías y la filosofía práctica de los feminismos. Algunos métodos, mas acá o mas allá  contribuirán a deshacer la ley 19.580, sumando fuerzas a los núcleos de resistencia ya conocidos. 


Por: Marina Morelli Núñez


Ya sabemos en este blog que pertenezco al ala pesimista de los feminismos, así que no tengo que explicar.

Hoy existen dos aspectos claves en torno a la Ley Nº 19.580 que me dan vuelta la cabeza. En primer lugar, ¿qué acciones debemos tomar en un corto plazo para garantizar que la norma formalmente promulgada se arraigue en el sistema y nos permita avanzar, en lugar de retroceder al punto de partida. Y en segundo lugar, ¿cuál es el potencial de la cuarta ola del feminismo para contribuir a deshacer la ley, sumando fuerzas a los núcleos de resistencia ya conocidos?

Y  lo segundo me está ocupando más que lo primero, ya que tengo serias dudas que estemos preparadas para enfrentar esa eventualidad a la interna del movimiento, a menos que abordemos con franqueza algún que otro problema que  la cuarta ola está contribuyendo a generar.

Hay una tendencia a simplificar todo y diluir los mensajes para que sean más aceptables en un público más amplio. Esto ha resultado exitoso en términos comunicacionales, ya que hay un aumento -sin precedentes- en el número de personas que se declaran abiertamente feministas. El problema que esa tendencia masificadora trajo consigo, es la pérdida de la riqueza y la complejidad de las teorías y la filosofía práctica de los feminismos. En consecuencia, de su cabal entendimiento.

Me gusta definirlo como la ausencia de profundidad en la comprensión de las ideas feministas subyacentes. No en términos de un feminismo ilustrado, sino de diálogos reducidos a citas en línea y frases hechas que no pueden avanzar más allá del nivel de eslogan.

En materia de violencias esto se multiplica exponencialmente. No se diferencia una conducta machista de una agresión y en la última no se distingue las que constituyen violencia basada en género de aquellas que no.  Básicamente todo es lo mismo, enoja por igual y merece idénticos linchamientos. En tirada de fruta continua, he llegado a escuchar que cualquier agresión hacia una mujer constituye violencia basada en género. Afirmar algo tan delirante, es borrar del submundo jurídico el concepto mismo de violencia basada en género. Y esto es una enorme fuerza retardataria en términos de comprensión y abordaje de las violencias, que da vuelta las lógicas que colaboraron a conceptualizar distintas opresiones del sistema y como operan en la cotidianeidad.

Si la propuesta de la cuarta ola es instalar la idea popular que todo es violencia basada en género, en definitiva y en pocos años, nada lo será. Y ese es el campo que se viene fertilizando para derogar o modificar la ley 19.580, donde confluyen la resistencias que ya conocemos, pero también acciones que surgen desde el propio movimiento feminista. Y lo peligroso es que no lo estamos viendo asì que tampoco estamos logrando problematizarlo.

Los métodos que han puesto de moda son otro factor preocupante por los problemas que aparejan en términos sustantivos. El movimiento por memoria, verdad y justicia donde se origina el escrache como método, implicaba meses de trabajo, un protocolo, investigación, pienso, estrategia, deliberación interna, posibilidad de contradictoria y la decisión final de señalar públicamente a una persona como un terrorista de Estado que gozaba de impunidad.

La cuarta ola toma su nombre pero lo desnaturaliza. Crear un perfil anónimo en cualquier red social, se recibe un mensaje de otro perfil con un relato de violencia y se publica señalando a una persona como responsable, se encuentra a años luz del del método del escrache tal cual lo conocíamos.

Rita Segato desde hace al menos dos años insiste en diferenciar el linchamiento del escrache y no duda en señalar que estos linchamientos de hoy, pondrán en riesgo muchas de las conquistas del feminismo. 

A mitad de este año hizo un llamamiento público al movimiento feminista a actuar de forma más responsable y ponerles fin a los linchamientos. Y en octubre pude escucharla en una conferencia en línea sobre "Feminismos: debates pendientes" donde regreso al punto. Para quienes venimos siguiendo el posicionamiento de Segato, coincidiremos que culminó de cerrar el planteo que venía compartiéndonos hace un par de años, cuando expresó que en “muchos de esos linchamientos sumarios las personas no terminan bien, puede haber una injusticia y son injusticias que nosotras las mujeres no merecemos cargar sobre nuestras espaldas, sobre nuestras conciencias”.

Históricamente nos alimentamos de la lectura, del relato vivencial de nuestras viejas y no tanto, de los encuentros cara a cara y sobre todo del debate a fondo e intercambio de ideas a modo de largas tertulias. Y eso no quiere decir que pudimos sintetizar nada, porque de hecho tenemos posiciones antagónicas respecto de varios temas y está bien que eso así suceda porque somos movimiento. Lo que en definitiva nos hizo, fue crecer, madurar en pensamiento y acción y sobre todo despreciar cualquier animo fundacional que no reconociera a todas quienes nos precedieron en la lucha. Reconozco que los tiempos que corren nos aislaron, pero en definitiva las preferencias de la cuarta ola no se explican por la pandemia, ya que estuvieron presente con antelación.

Llegaron con ese frenético ritmo del mundo digital -en particular las redes sociales- donde se naturaliza  banalizar un posteo describiendo una agresión sexual, se lo equipara luego a que un amante ocasional no pago el viaje en taxi camino a un bar, un compañero de trabajo se rasco los testículos cuando pasaba por el pasillo o un estudiante interrumpió la presentación. Una sola bolsa dentro de la cual se coloca todo, se la convierte en un producto y se la tira al mercado en las empresas que comercian noticias, montando espectáculos sobre las violencias, exponiendo la identidad de personas y organizando hinchadas y linchamientos basados en la fe de creer que algo es cierto porque se publico en determinado perfil.

Para mí es inconcebible haber llegado hasta acá y presenciar que hay quienes pretenden colocar el complejo fenómeno de la violencia hacia las mujeres en esa dimensión de fe o creencia individual o colectiva. Si esa propuesta se instala en Uruguay nos hará retroceder siglos, porque arrasará con el conocimiento elaborado desde distintas disciplinas . Y ese es el lugar al que jamas nos arrastraron pese a querernos llevar  quienes profesan su fe sobre las denuncias falsas y creen que tenemos por objetivo la destrucción de la familia y degenerar a toda la nación.

No acepto que en muy pocos años debamos enfrentar un debate sobre la Nº 19.580 en términos de fe .  A la cuarta ola debemos recordarle que los feminismos existen antes que ellas llegaran y nos caracterizamos por invitar a cuestionarlo todo, obsequiar alguna que otra respuesta e impulsar a que buscar las propias, pero siempre de manera racional, rigurosa, comprometida, fundada y basada en evidencia.  Nunca dimos algo por cierto sin conocerlo de manera directa o sin que esté comprobado o demostrado. Y sobra decir que las conquistas en términos de derechos no fueron obsequios de ninguna divinidad.

El “yo te creo” -y sus variantes- es un efectivo símbolo comunicacional que nace para contrarrestar los sesgos que justifican el descreimiento social de los relatos. De hecho el problema no es el símbolo comunicacional sino la literalidad en el entendimiento que deglute décadas  enteras de pensamiento jurídico. Sucede con el `yo te creo` algo similar a `matar al macho`, pero en lugar de no entenderse por fuera del movimiento -como ya estamos acostumbradas- no se entiende por parte de las propias feministas. 

Otorgar un valor jurídico absoluto a un símbolo comunicacional conduce a un punto en el cual no se distingue una denunciante de una víctima, o entienden que todas las denuncias son ciertas porque sì. Entonces ¿para que investigamos?.  La perspectiva de género en una investigación no significa dar por cierto o creer que es verdadero lo que se afirma en una denuncia, eso raya el insulto hacia el pensamiento jurídico feminista. Aplicar la perspectiva consiste en no desvalorizar el relato en base a estereotipos o sesgos de género.

Si no ordenamos colectivamente lo que es cada cosa, esta ola nos tapa y a su retiro en el arrastre se llevará consigo la incorporación de la categoría de género como un enfoque metodológico validado para el estudio del derecho y también como perspectiva aplicada a cualquiera de sus componentes.

Todo esto me resultaría motivador si se diera en el marco teórico de una discusión sobre una justicia popular feminista que traduzca nuestras ideas y superen la realidad del sistema estatal para colocarnos en mejores condiciones propositivas sobre cómo serán las maneras de impartir justicia en un sistema no patriarcal; o como podríamos aun en el sistema actual generar otras maneras de impartir justicia -idea que he colectivizado en la década pasada con un rotundo y absoluto fracaso-. 

Por la vía del linchamiento que es el método actual, quiero recordar que también quedan las víctimas en el camino. Y en nombre del feminismo no se debe actuar tan irresponsablemente.

Otro método corriente en la cuarta ola, es corrernos entre feministas para ver quien la tiene mas grande, a la sororidad. Hay una lectura demasiado reduccionista de Millet y muy liviana de Lagarde. Pretender que yo desdibuje mis criterios y me hermane con una negacionista del terrorismo de Estado en la ultima dictadura cívico militar, porque es mujer, no tiene nada que ver con el feminismo. 

La exigencia de ser sorora, desconoce que somos muchas las feministas que con distintos argumentos hemos cuestionado la automaticidad que encierra el concepto. Yo recomiendo leer a la gran Francesca Gargallo quien tiene un desarrollo sobre una apuesta de amor más profunda, verdadera, libre, ética y humana de amistarnos entre las mujeres.

Yo -diminuta e insignificante- he desconfiando de la sororidad por una razón madre, siempre me sonó a un concepto en paralelo. Sabemos que en el sistema de opresión y asì porque sì, los hombres tienen el pacto de caballeros como máxima expresión de lealtad conectada a la hombría.  Y rechazo cualquier concepto en paralelo porque si calcas ideas del sistema que buscas desmontar, ya no habrá brisas de revolución en ningún movimiento. 

Y quiero alertar que eso andarnos corriéndonos con la sororidad es, además, muy irresponsable en términos colectivos y de futuro, donde van a ser otros quienes corran por ese lado al movimiento feminista cuando cualquier mujer, incluso la que represente el antifeminismo o el fascismo, lance una denuncia como forma de ataque: ¿Por qué no le creen ? Acaso ¿no son sororas?.

Entre feministas siempre es buena cosa volver a recordarnos que no había pasado ni una milésima de segundo de aprobada la ley Nº 19.580 cuando ya sobraban las ganas de derogarla, pero han optado por ir despedazándola de a poco, modificando algunos artículos fundantes de su lógica y esparciendo justificaciones insólitas para no aplicarla.   

Es evidente que el impulso legislativo no muestra signos de disminuir, sino más bien de intensificarse en los próximos años. Hay intereses que confluyen en grupos conservadores, ultra religiosos, de corte militarista que buscan reconstruir una nación que conciben dañada por la ley.  Y el potencial de la cuarta ola del feminismo para contribuirles a lograr el objetivo, existe.

Y lo preocupante es que dentro de los feminismos no tenemos la menor idea de cómo frenar una implosión.

Así que urge dejar a un lado las ofensas personales, la hermandad automática, la fe ciega en la veracidad de la palabra ajena, los linchamientos, el espectáculo de la violencia en el mercado de noticias, y crear los espacios que para los encuentros y desencuentros. 

No hubo ni habrá obligación de coincidir en todo, pero si, de ser claras en que no todas las feministas nos subimos a cualquier ola.

Seamos serias, porque lo que hay en riesgo es mucho. 


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