Cuando papá es quien te viola, te educa sexualmente y el Estado lo garantiza.

 

En la Comisión de Educación y Cultura de la Cámara de Diputados se encuentra a estudio un proyecto de ley bajo el título “Educación Sexual en Instituciones Educativas”, que es la muestra viva de como el Derecho y especialmente su componente legal constituye una invaluable herramienta de poder: de poder garantizar el goce de derechos fundamentales, pero también de perpetuar las peores atrocidades que se suceden diariamente en este país.

 


Por: Marina Morelli Núñez

Cuando se piensa en legislar no se destina el pensamiento a “Alicia en el país de las maravillas”, ni se miden los horrores de los demás mirándose la pulcritud del ombligo propio o el de los amigos. Se debe pensar en una realidad concreta que siempre existe más allá de mí, que está instalada en determinado tiempo y en determinado lugar y rige el relacionamiento entre quienes allí viven. Y por sobre todas las cosas el pensamiento debe centrarse en como lo proyectado impactará en la realidad de vida de las personas que están siendo más vulneradas.

En este tiempo y en este lugar, la penillanura aunque levemente ondulada, continúa permitiendo mantener ocultos la mayoría de los abusos sexuales que niñas, niños y adolescentes sufren por parte de sus padres, en la oscuridad de la noche o a la luz el día, pero puertas adentro de aquel sitio - que, aunque debería ser el más seguro no lo es- denominado hogar. Y mientras hay quienes hacen gárgaras con la definición constitucional de “sagrado inviolable” y la civilista de “patria potestad”, la realidad nacional te demuestra que existen más de 5.000 víctimas de abusos sexuales denunciados ante Fiscalía en los últimos dos años, de las cuales el 77% son niñas, niños y adolescentes. En tanto los datos del Sistema Integral de Protección a la Infancia y la Adolescencia contra la Violencia vienen arrojando hace varios años que la mayoría de agresores de abuso sexual, son familiares directos o integrantes del núcleo familiar.

El proyecto de ley a estudio parlamentario pretende reglamentar el ejercicio del derecho a la educación sexual de los hijos, desde una concepción adultocéntrica que coloca en el foco a “padres y tutores”, partiendo de una premisa cuasi angelical del mundo adulto, con un énfasis cosificador sobre humanos y humanas en etapa vital de niñez y adolescencia, que parecieran ser más un algo de alguien, que un alguien en si mismo.  Las disposiciones proyectadas desconocen que los hijos e hijas, además de ello, son personas titulares de un cumulo de derechos humanos. Confunden la esfera íntima en el ejercicio de la sexualidad, con los derechos sexuales y reproductivos y el derecho a recibir educación en ese sentido, y a partir de allí todo sería una potestad del mundo adulto, en una dimensión personal y familiar, de la cual el Estado debería ser un mero espectador.  Las disposiciones proyectadas se erigen sobre una serie de confusiones conceptuales construyendo un absurdo jurídico que se desmorona ante el cotejo de la realidad.

Tomemos la diminuta punta del iceberg  y llamémosle  Roberto, Rodrigo, Fernando, Alfonso y José Carlos a algunos padres que no residen en “Alicia en el país de las maravillas” sino en la República Oriental del Uruguay y en este tiempo. Según el texto proyectado todos ellos tendrían derecho a que la institución educativa les informe al comienzo del año lectivo y con detalles, cuál será la propuesta de educación sexual.   Roberto, Rodrigo, Fernando, Alfonso y José Carlos  que son papás con  valores, moral y convicción religiosa  propia, tendrán derecho a oponerse  en su totalidad a que sus hijos reciban educación sexual o a parte de la propuesta educativa. Podrán los papás si justo coinciden en que son mayoría, construir ellos una propuesta educativa que mejor se adapte a sus valores íntimos, personalísimos y la institución deberá asegurar impartir lo que propongan. También tendrán derecho a elegir la persona idónea para impartir la propuesta, en aquellos casos en los cuales quienes se han profesionalizado en la educación sexual no estén de acuerdo en ejercer la docencia con la propuesta educativa de los papás. Incluso podrían ser los propios papás  Roberto, Rodrigo, Fernando, Alfonso o  José Carlos, los más idóneos para impartir a los niños/as o adolescentes la curricula a medida de la moral propia.

Supongamos que la propuesta escolar educativa para la hija de Roberto, implique hacerle saber a la pequeña niña que su cuerpo le pertenece, que hay partes de su cuerpo que no está bien que sean tocadas y que ella tiene derecho a ser respetada en su integridad física y su indemnidad sexual. Que nadie puede tocarla indebidamente, y en ese nadie se subsumen todas las personas. Pensemos que esa propuesta educativa aborda los pactos de silencio y lo explica, de tal forma que en plena etapa de la niñez se logra entender la diferencia entre los secretos buenos o los secretos malos, e identificar cuando el silencio es producto de una amenaza. Supongamos que las convicciones religiosas y morales –esas sí siempre personalísimas- de Roberto, le impidan estar de acuerdo con la propuesta educativa. Roberto firmará un papel que el proyecto de ley denomina “consentimiento informado” y su hija no recibirá educación sexual.  Roberto no es un mal padre a los ojos de su familia, de su comunidad, de sus vecinos, de su empleador, del sistema de justicia ni de la escuela. Y lo que es más importante para este proyecto, Roberto detenta la patria potestad sobre su pequeña hija y por ello decide en el uso de su libertad que educación sexual recibe, o no.  Roberto es papá responsable con derechos a los ojos de este proyecto de ley. También es un miserable abusador sexual. Pero esto último solo lo sabe su pequeña hija.

Cuando algunos meses después, fue preguntada sobre cuándo comenzó todo, respondió: “...iba a la escuela, estaba en 6to. Año. Yo cumplí 12 años en noviembre de ese año...yo me desarrollé a los 12, esto comenzó antes de que me desarrollara... la primera vez que abusó de mí, yo estaba acostada, él llegó <en pedo> él me bajó la ropa y empezó, y me pedía que no me moviera y a mí me daba asco por lo que me quedaba quieta, si intentaba sacármelo de encima él se enojaba y me decía cualquier cosa. .. Luego que él empezó a abusar de mí, no me dejaba volver a casa de mi madre, mi madre me veía en la calle, pero siempre estaba yo con mi padre, porque él no me dejaba andar sola por miedo a que yo <boquillara>…Nunca pude ir a un médico ni nada porque mi padre iba a sospechar que yo iba a hablar, recién cuando quede embarazada es cuando pude empezar a ir sola al hospital pero no me animaba a hablar…quiero aclarar que yo no estuve con otro hombre, salvo cuando quedé embarazada…no sabía que ya estaba embarazada cuando estuve con mi novio por eso sé que es hijo de mi padre ...”

El papá Roberto le decía “...Que se iba a matar él o me mataba si lo contaba. Yo solo podía salir con él, si salía sola salía un ratito y tenía que tener relaciones antes. Además, si cuando tenía que salir me iba a buscar enseguida…”

Cuando el papá Roberto estuvo frente a un Juez de Lavalleja, explicaba los hechos de la siguiente manera “Ella quería ir a un baile me propuso ese negocio, yo no la quería llevar y ahí fue que arrancó todo...Empezamos con juegos… las relaciones se daban en un momento de falta de control...Sí, siempre me di cuenta que estaba mal…Ella me manoseaba, ella a mí, empezamos vestidos, por arriba de la ropa, yo a ella también… yo no le pregunté, fue medio así, como ud. dice entre manoseo y manoseo, soy mala gente y ta”. Sobre si era un tema a cambio, si quería ir a bailes tenía que tener relaciones: “lo ofertaba ella...no era un chantaje, era un arreglo”.

En Paysandú, Rodrigo papá de una adolescente de 14 años de edad, decidió durante una madrugada del mes de marzo, ingresar al dormitorio de su hija, despertarla y abusar sexualmente de ella. Ella dijo: “una noche hace nueve meses, yo estaba acostada durmiendo y apareció en mi cama y me despertó, sé que era de madrugada y me dijo que me sacara la ropa y yo me la saqué … me lo pidió y yo lo hice … me habló bien … me saqué toda la ropa y ahí él se me subió encima y se bajó el short”

Rodrigo un padre de familia casado, 35 años de edad, sin antecedentes admitió el hecho de la siguiente manera: “… estoy acá por el problema que tuve la otra vuelta, con mi hija, lo que pasó fue que yo tuve “roce sexual” con ella, yo la penetré”); aunque adujo que la relación fue consentida por la menor, a quien hizo responsable de la situación: “No la violé, no fue violación, llegamos a un acuerdo, y pasó, pero no fue violación, ella me invitó y se me pasó la mano, yo no quería, pero pasó”

Rodrigo antes que la situación llegara al sistema y para los ojos de la ley proyectada sería un papa responsable, que con toda seguridad plantearía una férrea oposición a la educación sexual de su hija en el liceo. Pienso que no se opondría a parte del programa destinado a la adolescencia sino a todo el contenido. Con el proyecto de ley, la institución educativa, tendría la obligación de garantizar que Rodrigo no sufriera ningún tipo de discriminación por la decisión que adopta y tampoco su hija por la decisión que el padre adoptó. Por eso tan importante de la convicción religiosa y valores morales, mezclado con una nefasta interpretación del instituto de la patria potestad, que el proyecto contiene.

Fernando un hombre trabajador, de 45 años de edad, sacrificado a los ojos de su comunidad en Rivera porque se hizo cargo de los 8 hijos luego que enviudara, era el papá de una niña de 11 años, cuando comenzó a abusar sexualmente de ella, al principio en forma esporádica, pero luego de falleciera la madre, los abusos se volvieron diarios, obligándola a mantener relaciones sexuales bajo amenazas y violencia física. Cuando ella tenía 14 años quedó embarazada de su propio padre.

Es posible pero muy poco probable que Fernando aceptara que su hija recibiera educación sexual en la escuela o en el liceo, dos instituciones por las que tránsito en tanto la violaba a diario. En el marco de la ley proyectada Fernando solo tiene que firmar un documento y reforzar ese pacto inmundo que perpetuaría su impunidad.

 Alfonso abnegado padre haciéndose cargo de una hija con discapacidad, un día apareció en el Hospital de Tacuarembó con un recién nacido desnudo, cubierto por una sábana y en estado de hipotermia. La hija de Alfonso era la madre de ese niño, ella portadora de un retardo mental severo, había parido al niño en su casa, sin asistencia médica, sin control durante el embarazo. Alfonso negó haber abusado sexualmente de su hija, pero la prueba de ADN confirmó un lazo de paternidad entre Alfonso y el niño recién nacido. Alfonso tenía más hijos, no hay que ser muy inteligente para concluir que ante una propuesta institucional de educación sexual, Alfonso sería de los papás que no estarían de acuerdo.

 José Carlos un padre de familia del Departamento de Rio Negro, tenía dos hijos y una hija con quienes convivía. Uno de sus hijos recuerda que cuando el hermano tenía 10 años, el papá de ambos “ lo obligaba a que le acariciara el pene, se excitaba, se lo colocaba en la cola..”. También que amenazaba para que guardaran silencio.  Por su parte éste recordó que cuando era pequeño (declaró a los 15 años), tal vez a los cinco años de edad su padre lo obligaba a manosear a su hermana y también era manoseado él en sus glúteos y pene además de tener que hacer lo propio con su padre. En otras oportunidades su padre colocaba el pene en su ano sin penetrarlo, tocándolo y obligándolo a que éste también lo hiciera lo que se desplazó durante varios meses.

Los hijos de José Carlos recuerdan que abusaba “de mi y me obligaba a abusar de mis hermanos…. Lo hacía desnudar , tocarle la cola, besar el pene..” , también  que “mi padre se acercó y no me dijo nada él me bajó la ropa y me puso el pene de él adentro de mi cola…

José Carlos estuvo preso por un breve lapso ya que también abusaba sexualmente de su hija. Cuando obtuvo la libertad, continuo aparentando a la comunidad una paternidad responsable y concurría a observar cómo jugaban fútbol sus hijos. Como todo buen padre. En ese contexto y durante unas vacaciones de julio nuevamente abusó de uno de sus hijos quien estaba en el domicilio de su padre donde éste lo obligó nuevamente a tocarle el pene por encima de la ropa, lo empujó sobre el sofá y tras bajarle el pantalón le puso el pene en el ano sin penetrarlo.

José Carlos declaró que “de lo que pasó me olvido”, porque José Carlos tiene su propia moral, su propia convicción religiosa y su corta memoria.

Podría continuar con centenares de Roberto, Rodrigo, Fernando, Alfonso y muchos José Carlos, pero el asunto no es ese. Porque, aunque sean miles, sabemos quienes trabajamos en violencia sexual, que los casos que llegan al sistema de justicia son una ínfima parte. Tan ínfima e insignificante que ni quiera es representativa de la realidad que viven los niños, niñas y adolescentes en manos de sus padres y sus tutores en el silencio de su hogar.

No todas las personas tienen porque saber que significa la punta del iceberg. Lo que si deben saber es que existe una realidad compleja repleta de violencia, terror, desamparo y horror para con quienes transitan etapas de niñez y adolescencia. Y que ese infierno es responsabilidad del mundo adulto y en mayor medida de quienes deberían cuidarles y no dañarles. Pretender que el infierno acabe depositando la confianza en quien lo provoca, y manteniendo al Estado ajeno,  es un pensamiento que no goza de lógica, si de proteger a la niñez y a la adolescencia se trata

Va de suyo que hay padres que no introducen sus penes en la boca o el ano de sus hijas o hijos, ni dejan embarazadas a sus adolescentes hijas, si se hacen masturbar por sus hijos e hijas, ni penetran vaginalmente a sus hijas, ni obligan a que sus hijos violen a sus hijas…  en definitiva, está en la tapa del libro que existen hombres que ejercen una paternidad de manera responsable, amorosa y de cuidado hacia la niñez y la adolescencia, respetuosa de los derechos de esas personas que saben no son cosas de las cuales apropiarse y usar como les venga en gana.

El asunto es que este proyecto de ley parte de hipótesis que no se condicen con la realidad de vida  ni con los derechos humanos de los niños, niñas ni adolescentes, ni con el deber de debida diligencia estatal, ni con el desarrollo democrático que el país alcanzó, ni con el desarrollo jurídico que han tenido ciertos institutos que nacieron del poder irrestricto de los adultos hacia sus hijos e hijas. Y menos se condice  con valores morales y éticos.  Porque bastaría frenar el  impulso de legislar mirándome el obligo, con solo saber que lo proyectado tienen entidad suficiente para silenciar y hasta perpetuar una situación de violencia sexual. Ojalá se desista de tal iniciativa de ley, porque aún se está a tiempo.

Y reafirmo como concepto que lo proyectado es la muestra viva de como el Derecho y especialmente su componente legal constituyen una invaluable herramienta de poder: de poder garantizar el goce de derechos fundamentales, pero también de perpetuar las peores atrocidades que se suceden diariamente en este país.

Cuando papá es quien te viola, te educa sexualmente y el Estado lo garantiza, algo definitivamente no esta bien.

Dicho esto, que podría haber sido más escueto – pero no se me dio la gana- te preguntó a vos: ¿de qué lado de la mecha estas?

 

 

Comentarios

  1. Te felicito Marina por la férrea convicción y la valentía de expresarte con tanta claridad de estos hechos por lo que sufren y se violan vidas y derechos de tantas niñas día a día en nuestro país. Me avergüenza le hipocresía de las mayorías y el mirar al costado de quienes son responsables o tienen la tarea de cambiar y sostener la vida digna de la ciudadanía. Gracias, seguiremos en estas luchas. Difundo!

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