Cuando papá es quien te viola, te educa sexualmente y el Estado lo garantiza.
En la Comisión de Educación y Cultura de la Cámara de Diputados se encuentra a estudio un proyecto de ley bajo el título “Educación Sexual en Instituciones Educativas”, que es la muestra viva de como el Derecho y especialmente su componente legal constituye una invaluable herramienta de poder: de poder garantizar el goce de derechos fundamentales, pero también de perpetuar las peores atrocidades que se suceden diariamente en este país.
Cuando se
piensa en legislar no se destina el pensamiento a “Alicia en el país de las
maravillas”, ni se miden los horrores de los demás mirándose la pulcritud del ombligo
propio o el de los amigos. Se debe pensar en una realidad concreta que siempre existe
más allá de mí, que está instalada en determinado tiempo y en determinado lugar
y rige el relacionamiento entre quienes allí viven. Y por sobre todas las cosas
el pensamiento debe centrarse en como lo proyectado impactará en la realidad de
vida de las personas que están siendo más vulneradas.
En este
tiempo y en este lugar, la penillanura aunque levemente ondulada, continúa
permitiendo mantener ocultos la mayoría de los abusos sexuales que niñas, niños
y adolescentes sufren por parte de sus padres, en la oscuridad de la noche o a
la luz el día, pero puertas adentro de aquel sitio - que, aunque debería ser el
más seguro no lo es- denominado hogar. Y mientras hay quienes hacen gárgaras con
la definición constitucional de “sagrado inviolable” y la civilista de “patria
potestad”, la realidad nacional te demuestra que existen más de 5.000 víctimas
de abusos sexuales denunciados ante Fiscalía en los últimos dos años, de las
cuales el 77% son niñas, niños y adolescentes. En tanto los datos del Sistema
Integral de Protección a la Infancia y la Adolescencia contra la Violencia
vienen arrojando hace varios años que la mayoría de agresores de abuso sexual, son
familiares directos o integrantes del núcleo familiar.
El proyecto
de ley a estudio parlamentario pretende reglamentar el ejercicio del derecho a
la educación sexual de los hijos, desde una concepción adultocéntrica que
coloca en el foco a “padres y tutores”, partiendo de una premisa cuasi
angelical del mundo adulto, con un énfasis cosificador sobre humanos y humanas
en etapa vital de niñez y adolescencia, que parecieran ser más un algo de
alguien, que un alguien en si mismo. Las
disposiciones proyectadas desconocen que los hijos e hijas, además de ello, son
personas titulares de un cumulo de derechos humanos. Confunden la esfera íntima
en el ejercicio de la sexualidad, con los derechos sexuales y reproductivos y
el derecho a recibir educación en ese sentido, y a partir de allí todo sería
una potestad del mundo adulto, en una dimensión personal y familiar, de la cual
el Estado debería ser un mero espectador. Las disposiciones proyectadas se erigen sobre
una serie de confusiones conceptuales construyendo un absurdo jurídico que se
desmorona ante el cotejo de la realidad.
Tomemos la diminuta
punta del iceberg y llamémosle Roberto, Rodrigo, Fernando, Alfonso y José
Carlos a algunos padres que no residen en “Alicia en el país de las maravillas”
sino en la República Oriental del Uruguay y en este tiempo. Según el texto
proyectado todos ellos tendrían derecho a que la institución educativa les
informe al comienzo del año lectivo y con detalles, cuál será la propuesta de
educación sexual. Roberto, Rodrigo,
Fernando, Alfonso y José Carlos que son
papás con valores, moral y convicción religiosa propia, tendrán derecho a oponerse en su totalidad a que sus hijos reciban educación
sexual o a parte de la propuesta educativa. Podrán los papás si justo coinciden
en que son mayoría, construir ellos una propuesta educativa que mejor se adapte
a sus valores íntimos, personalísimos y la institución deberá asegurar impartir
lo que propongan. También tendrán derecho a elegir la persona idónea para
impartir la propuesta, en aquellos casos en los cuales quienes se han
profesionalizado en la educación sexual no estén de acuerdo en ejercer la
docencia con la propuesta educativa de los papás. Incluso podrían ser los
propios papás Roberto, Rodrigo,
Fernando, Alfonso o José Carlos, los más
idóneos para impartir a los niños/as o adolescentes la curricula a medida de la
moral propia.
Supongamos
que la propuesta escolar educativa para la hija de Roberto, implique hacerle saber
a la pequeña niña que su cuerpo le pertenece, que hay partes de su cuerpo que
no está bien que sean tocadas y que ella tiene derecho a ser respetada en su
integridad física y su indemnidad sexual. Que nadie puede tocarla
indebidamente, y en ese nadie se subsumen todas las personas. Pensemos que esa
propuesta educativa aborda los pactos de silencio y lo explica, de tal forma
que en plena etapa de la niñez se logra entender la diferencia entre los
secretos buenos o los secretos malos, e identificar cuando el silencio es
producto de una amenaza. Supongamos que las convicciones religiosas y morales –esas
sí siempre personalísimas- de Roberto, le impidan estar de acuerdo con la
propuesta educativa. Roberto firmará un papel que el proyecto de ley denomina “consentimiento
informado” y su hija no recibirá educación sexual. Roberto no es un mal padre a los ojos de su
familia, de su comunidad, de sus vecinos, de su empleador, del sistema de
justicia ni de la escuela. Y lo que es más importante para este proyecto,
Roberto detenta la patria potestad sobre su pequeña hija y por ello decide en
el uso de su libertad que educación sexual recibe, o no. Roberto es papá responsable con derechos a los
ojos de este proyecto de ley. También es un miserable abusador sexual. Pero
esto último solo lo sabe su pequeña hija.
Cuando algunos meses después, fue preguntada sobre cuándo comenzó todo, respondió: “...iba a la escuela, estaba en 6to. Año. Yo cumplí 12 años en noviembre de ese año...yo me desarrollé a los 12, esto comenzó antes de que me desarrollara... la primera vez que abusó de mí, yo estaba acostada, él llegó <en pedo> él me bajó la ropa y empezó, y me pedía que no me moviera y a mí me daba asco por lo que me quedaba quieta, si intentaba sacármelo de encima él se enojaba y me decía cualquier cosa. .. Luego que él empezó a abusar de mí, no me dejaba volver a casa de mi madre, mi madre me veía en la calle, pero siempre estaba yo con mi padre, porque él no me dejaba andar sola por miedo a que yo <boquillara>…Nunca pude ir a un médico ni nada porque mi padre iba a sospechar que yo iba a hablar, recién cuando quede embarazada es cuando pude empezar a ir sola al hospital pero no me animaba a hablar…quiero aclarar que yo no estuve con otro hombre, salvo cuando quedé embarazada…no sabía que ya estaba embarazada cuando estuve con mi novio por eso sé que es hijo de mi padre ...”
El papá
Roberto le decía “...Que se iba a matar él o me mataba si lo contaba. Yo solo
podía salir con él, si salía sola salía un ratito y tenía que tener relaciones
antes. Además, si cuando tenía que salir me iba a buscar enseguida…”
Cuando el
papá Roberto estuvo frente a un Juez de Lavalleja, explicaba los hechos de la
siguiente manera “Ella quería ir a un baile me propuso ese negocio, yo no la
quería llevar y ahí fue que arrancó todo...Empezamos con juegos… las relaciones
se daban en un momento de falta de control...Sí, siempre me di cuenta que
estaba mal…Ella me manoseaba, ella a mí, empezamos vestidos, por arriba de la
ropa, yo a ella también… yo no le pregunté, fue medio así, como ud. dice entre
manoseo y manoseo, soy mala gente y ta”. Sobre si era un tema a cambio, si
quería ir a bailes tenía que tener relaciones: “lo ofertaba ella...no era un
chantaje, era un arreglo”.
En Paysandú, Rodrigo
papá de una adolescente de 14 años de edad, decidió durante una madrugada del
mes de marzo, ingresar al dormitorio de su hija, despertarla y abusar
sexualmente de ella. Ella dijo: “una noche hace nueve meses, yo estaba acostada
durmiendo y apareció en mi cama y me despertó, sé que era de madrugada y me
dijo que me sacara la ropa y yo me la saqué … me lo pidió y yo lo hice … me
habló bien … me saqué toda la ropa y ahí él se me subió encima y se bajó el
short”
Rodrigo un
padre de familia casado, 35 años de edad, sin antecedentes admitió el hecho de
la siguiente manera: “… estoy acá por el problema que tuve la otra vuelta, con
mi hija, lo que pasó fue que yo tuve “roce sexual” con ella, yo la penetré”);
aunque adujo que la relación fue consentida por la menor, a quien hizo
responsable de la situación: “No la violé, no fue violación, llegamos a un
acuerdo, y pasó, pero no fue violación, ella me invitó y se me pasó la mano, yo
no quería, pero pasó”
Rodrigo antes que la situación llegara al sistema y para los ojos de la ley proyectada sería
un papa responsable, que con toda seguridad plantearía una férrea oposición a
la educación sexual de su hija en el liceo. Pienso que no se opondría a parte
del programa destinado a la adolescencia sino a todo el contenido. Con el proyecto de ley, la institución educativa, tendría la obligación de garantizar que
Rodrigo no sufriera ningún tipo de discriminación por la decisión que adopta y tampoco su hija por la decisión que el padre adoptó. Por
eso tan importante de la convicción religiosa y valores morales, mezclado con
una nefasta interpretación del instituto de la patria potestad, que el proyecto contiene.
Fernando un
hombre trabajador, de 45 años de edad, sacrificado a los ojos de su comunidad
en Rivera porque se hizo cargo de los 8 hijos luego que enviudara, era el papá
de una niña de 11 años, cuando comenzó a abusar sexualmente de ella, al
principio en forma esporádica, pero luego de falleciera la madre, los abusos se
volvieron diarios, obligándola a mantener relaciones sexuales bajo amenazas y
violencia física. Cuando ella tenía 14 años quedó embarazada de su propio padre.
Es posible
pero muy poco probable que Fernando aceptara que su hija recibiera educación
sexual en la escuela o en el liceo, dos instituciones por las que tránsito en
tanto la violaba a diario. En el marco de la ley proyectada Fernando solo tiene
que firmar un documento y reforzar ese pacto inmundo que perpetuaría su
impunidad.
Los hijos de José
Carlos recuerdan que abusaba “de mi y me obligaba a abusar de mis hermanos…. Lo
hacía desnudar , tocarle la cola, besar el pene..” , también que “mi padre se acercó y no me dijo nada él
me bajó la ropa y me puso el pene de él adentro de mi cola…
José Carlos
estuvo preso por un breve lapso ya que también abusaba sexualmente de su hija.
Cuando obtuvo la libertad, continuo aparentando a la comunidad una paternidad
responsable y concurría a observar cómo jugaban fútbol sus hijos. Como todo
buen padre. En ese contexto y durante unas vacaciones de julio nuevamente abusó
de uno de sus hijos quien estaba en el domicilio de su padre donde éste lo
obligó nuevamente a tocarle el pene por encima de la ropa, lo empujó sobre el
sofá y tras bajarle el pantalón le puso el pene en el ano sin penetrarlo.
José Carlos
declaró que “de lo que pasó me olvido”, porque José Carlos tiene su propia moral, su propia convicción religiosa y su corta memoria.
Podría
continuar con centenares de Roberto, Rodrigo, Fernando, Alfonso y muchos José
Carlos, pero el asunto no es ese. Porque, aunque sean miles, sabemos quienes
trabajamos en violencia sexual, que los casos que llegan al sistema de justicia
son una ínfima parte. Tan ínfima e insignificante que ni quiera es
representativa de la realidad que viven los niños, niñas y adolescentes en manos
de sus padres y sus tutores en el silencio de su hogar.
No todas las
personas tienen porque saber que significa la punta del iceberg. Lo que si
deben saber es que existe una realidad compleja repleta de violencia, terror,
desamparo y horror para con quienes transitan etapas de niñez y adolescencia. Y
que ese infierno es responsabilidad del mundo adulto y en mayor medida de
quienes deberían cuidarles y no dañarles. Pretender que el infierno acabe depositando la confianza en quien lo provoca, y manteniendo al Estado ajeno, es un pensamiento que no goza de lógica, si de proteger a la niñez y a la adolescencia se trata
Va de suyo
que hay padres que no introducen sus penes en la boca o el ano de sus hijas o
hijos, ni dejan embarazadas a sus adolescentes hijas, si se hacen masturbar por
sus hijos e hijas, ni penetran vaginalmente a sus hijas, ni obligan a que sus
hijos violen a sus hijas… en definitiva,
está en la tapa del libro que existen hombres que ejercen una paternidad de
manera responsable, amorosa y de cuidado hacia la niñez y la adolescencia,
respetuosa de los derechos de esas personas que saben no son cosas de las
cuales apropiarse y usar como les venga en gana.
El asunto es
que este proyecto de ley parte de hipótesis que no se condicen con la realidad
de vida ni con los derechos humanos de los niños, niñas ni adolescentes, ni
con el deber de debida diligencia estatal, ni con el desarrollo democrático que el
país alcanzó, ni con el desarrollo jurídico que han tenido ciertos institutos que nacieron
del poder irrestricto de los adultos hacia sus hijos e hijas. Y menos se condice con valores morales y éticos. Porque bastaría frenar el
Y reafirmo como concepto que lo proyectado es la muestra viva de como el Derecho y especialmente su componente legal constituyen una invaluable herramienta de poder: de poder garantizar el goce de derechos fundamentales, pero también de perpetuar las peores atrocidades que se suceden diariamente en este país.
Cuando papá es quien te viola, te educa sexualmente y el Estado lo garantiza, algo definitivamente no esta bien.
Dicho esto,
que podría haber sido más escueto – pero no se me dio la gana- te preguntó a
vos: ¿de qué lado de la mecha estas?
Te felicito Marina por la férrea convicción y la valentía de expresarte con tanta claridad de estos hechos por lo que sufren y se violan vidas y derechos de tantas niñas día a día en nuestro país. Me avergüenza le hipocresía de las mayorías y el mirar al costado de quienes son responsables o tienen la tarea de cambiar y sostener la vida digna de la ciudadanía. Gracias, seguiremos en estas luchas. Difundo!
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