Humanidad embrutecida: afán de venta y protagonismo.



Hoy el país amaneció con la noticia de algunos mensajes camuflados entre los deberes que las niñas enviaron a sus docentes: “Fui violada” y “Hola me están abusando”. Me pregunto en cuanto millones se traduce la venta de diarios, las visitas a sus webs o los clicks en sus redes sociales, el rating por los televidentes de informativos, no porque la cifra cambie mi pensamiento. Sencillamente quisiera decir con exactitud por cuanta plata se vende en Uruguay la posibilidad de salvar a una niña victima de abuso sexual. 

Por: Marina Morelli Núñez


Hace algunas semanas la Red Uruguaya contra la Violencia Doméstica y Sexual formuló una serie de planteos y exigencias al Estado, mediante una presentación en el Consejo Nacional Consultivo. Algunas acciones se consideraban indispensables en un marco de protección a la niñez y adolescencia, entre ellas, un botón de pánico en los dispositivos del Plan Ceibal.

Consuecuencias psicológicas del Abuso sexual Infantil – Miguel Pla ...Como la mayoría de las acciones tendientes a fortalecer un marco de protección a las víctimas en materia de violencia familiar, no pueden ni deben ser objeto de publicidad, ni campañas públicas, ni grandes inauguraciones, ni de entrevistas de prensa. Excepto, que se quiera frustrar el objetivo que se persigue.

El Estado cumple con su obligación de prevención y/o intervención cuando genera y pone en práctica esas acciones mediante recursos efectivos. Pero no puede ensayar, no puede faltarle ideas, debe existir un diseño riguroso y  debe saber de lo que se trata, de cuanta vida y cuanto horror está en juego. El valor de cinco minutos de declaraciones púbicas y el aumento del raiting, puede traducirse en el más absoluto desamparo y soledad de cientos de niños, niñas y adolescentes.

Hoy el país amaneció con la noticia de algunos mensajes camuflados entre los deberes que las niñas enviaron a sus docentes: “Fui violada” y “Hola me están abusando”. ¿Cómo es que todos/as sabemos esa información?. No somos las docentes que recibieron el mensaje, ni la autoridad policial que intervino, ni abogado/a Defensor/a de las víctimas, ni Fiscal interviniente y tampoco Juez/a que resolvió la situación.

No somos nada ni nadie con intervención en los casos concretos, pero lo sabemos. 

Los medios que comercian noticias se han encargado de difundirlo, igual a que se tratara de la cantidad de positivos al COVID 19 del día anterior, y quienes son receptores de esa noticia la digieren de manera rápida y con idénticas reacciones: lectura, un clik más a sus webs, replican en redes sociales, hay quienes de indignan mientras surge en pantalla una peor noticia, otros piden la pena de muerte y unos cuantos felicitan a la institución. Nada fuera de lo normal.

Y yo que no puedo con la vieja ni la nueva normalidad, leo las noticias del día y pienso en la humanidad embrutecida por el afán de venta y el protagonismo.

Pienso en como a partir de hoy, quienes abusan sexualmente de niños, niñas y adolescentes en la comodidad de un supuesto hogar y con el agregado de una cuarentena, comenzarán a revisar cada Ceibalita, cada comunicación que se envíe a los/as docentes, cada deber escolar o liceal, cada uso del dispositivo, si es que a partir de hoy les permiten continuar usándolo.

Pienso en el agradecimiento de cada abusador sexual a los medios de prensa nacionales, por advertirles la manera en la cual sus víctimas piden ayuda.

Pienso, en qué grado de ignorancia conduce a las personas a declarar públicamente aquello que no puede ni debe estar en conocimiento de los abusadores.

Pienso en cada niña que creyó tener una salida, un alivio, una posibilidad de salvarse y como esta noche cuando sean amenazadas verán desmoronarse la posibilidad.

Pienso en como los editores de prensa y los productores de informativos televisivos, pasan a buscar una noticia que mañana venda mas, sin darse el espacio a la reflexión.

Pienso en la confidencialidad, en el respeto, en el cuidado de esa persona que confió en una institución que  hoy sale públicamente a contar la desesperación resumida en un mensaje tan íntimo como doloroso: “fui violada”.

Pienso en como el periodismo puede poner en valor de mercancía la indemnidad sexual de las niñas, niños y adolescentes, haciéndolo ingresar sin miramiento al comercio de noticias.

Hoy pienso en la humanidad embrutecida.

Porque son torpes, groseros, cueles, necios, incapaces, excesivamente desarreglados en sus costumbres, violentos, rudos, carentes de miramiento y civilidad, toscos, sin pulimiento, en estado natural, animales irracionales, sin límite, sin medida.  

Son realmente brutos.

Una herramienta como el botón de pánico, jamás debería ingresar al comercio de noticias. Es una aplicación que llega al dispositivo, de manera directa de la institución a niños, niñas y adolescentes, sin campañas publicitarias, ni intermediarios, ni discursos, ni declaraciones de prensa. Se trata de un recurso con potencial de poder rescatar a las victimas y como tal debe ser considerado. Toda la información necesaria para instalar la aplicación y usarla, no sale en ningún informativo, sino que es enviada directamente al usuario/a de la Ceibalita. 

Carecen de ideas y cuando la sociedad civil organizada se las brinda, no hacen más que destrozar el sentido y la finalidad para los cuales fueron pensadas. No hacen más que dejar a su paso la indefensión, el espanto, el horror, la ausencia de cuidado y más violencia, pero esta vez institucional.

Más violencia en esos pequeños cuerpos que el mundo adulto cosifica y se sirve de ellos como les venga en gana.

Mas violencia en ese sitio de espanto mal llamado hogar, y que debería ser el lugar de mayor seguridad para niños, niñas y adolescentes.

Más violencia por parte de quienes se esperaría sean protectores.

Más violencia en un contexto de encierro que torna difícil la salida.

Una violencia cruel y despiadada, de la cual son responsables sus perpetradores y quienes le colaboran a perpetuarla con el silencio o con la palabra, con la ignorancia o con la brutalidad, con la acción o con la omisión.

Hace tiempo que no presenciaba una acción tan irresponsable y brutal.

Me pregunto en cuanto millones se traduce la venta de diarios, las visitas a sus webs o los clicks en sus redes sociales, el rating por los televidentes de informativos, no porque la cifra cambie mi pensamiento. Sencillamente quisiera decir con exactitud por cuanta plata se vende en Uruguay la posibilidad de salvar a una niña victima de abuso sexual. 

Entre tanto, sigo pensando en la humanidad embrutecida.




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