Humanidad embrutecida: afán de venta y protagonismo.
Hoy el país amaneció con la noticia de algunos mensajes camuflados entre los deberes que las niñas enviaron a sus docentes: “Fui violada” y “Hola me están abusando”. Me pregunto en cuanto millones se traduce la venta de diarios, las visitas a sus webs o los clicks en sus redes sociales, el rating por los televidentes de informativos, no porque la cifra cambie mi pensamiento. Sencillamente quisiera decir con exactitud por cuanta plata se vende en Uruguay la posibilidad de salvar a una niña victima de abuso sexual.
Por: Marina Morelli Núñez
Hace algunas semanas la Red Uruguaya contra la Violencia Doméstica y Sexual formuló una serie de planteos y exigencias al Estado, mediante una presentación en el Consejo Nacional Consultivo. Algunas acciones se consideraban indispensables en un marco de protección a la niñez y adolescencia, entre ellas, un botón de pánico en los dispositivos del Plan Ceibal.

El Estado cumple
con su obligación de prevención y/o intervención cuando genera y pone en práctica
esas acciones mediante recursos efectivos. Pero no puede ensayar, no puede faltarle ideas, debe existir un
diseño riguroso y debe saber de lo que se trata, de cuanta vida
y cuanto horror está en juego. El valor de cinco minutos de declaraciones púbicas
y el aumento del raiting, puede traducirse en el más absoluto desamparo y soledad de cientos de niños, niñas y adolescentes.
Hoy el país
amaneció con la noticia de algunos mensajes camuflados entre los deberes que las
niñas enviaron a sus docentes: “Fui violada” y “Hola me están abusando”. ¿Cómo
es que todos/as sabemos esa información?. No somos las docentes que recibieron
el mensaje, ni la autoridad policial que intervino, ni abogado/a Defensor/a de
las víctimas, ni Fiscal interviniente y tampoco Juez/a que resolvió la
situación.
No somos nada ni
nadie con intervención en los casos concretos, pero lo sabemos.
Los medios que
comercian noticias se han encargado de difundirlo, igual a que se tratara de la
cantidad de positivos al COVID 19 del día anterior, y quienes son receptores de
esa noticia la digieren de manera rápida y con idénticas reacciones: lectura, un
clik más a sus webs, replican en redes sociales, hay quienes de indignan
mientras surge en pantalla una peor noticia, otros piden la pena de muerte y
unos cuantos felicitan a la institución. Nada fuera de lo normal.
Y yo que no
puedo con la vieja ni la nueva normalidad, leo las noticias del día y pienso en
la humanidad embrutecida por el afán de venta y el protagonismo.
Pienso en como a
partir de hoy, quienes abusan sexualmente de niños, niñas y adolescentes en la
comodidad de un supuesto hogar y con el agregado de una cuarentena, comenzarán
a revisar cada Ceibalita, cada comunicación que se envíe a los/as docentes,
cada deber escolar o liceal, cada uso del dispositivo, si es que a partir de hoy les permiten continuar usándolo.
Pienso en el
agradecimiento de cada abusador sexual a los medios de prensa nacionales, por
advertirles la manera en la cual sus víctimas piden ayuda.
Pienso, en qué
grado de ignorancia conduce a las personas a declarar públicamente aquello que no puede ni debe estar en conocimiento de los abusadores.
Pienso en cada
niña que creyó tener una salida, un alivio, una posibilidad de salvarse y como esta
noche cuando sean amenazadas verán desmoronarse la posibilidad.
Pienso en como los editores de prensa y los productores de informativos televisivos, pasan a buscar una noticia que mañana venda mas, sin darse el espacio a la reflexión.
Pienso en como los editores de prensa y los productores de informativos televisivos, pasan a buscar una noticia que mañana venda mas, sin darse el espacio a la reflexión.
Pienso en la
confidencialidad, en el respeto, en el cuidado de esa persona que confió en una
institución que hoy sale públicamente a contar la desesperación resumida en un
mensaje tan íntimo como doloroso: “fui violada”.
Pienso en como
el periodismo puede poner en valor de mercancía la indemnidad sexual de las
niñas, niños y adolescentes, haciéndolo ingresar sin miramiento al comercio de
noticias.
Hoy pienso en la
humanidad embrutecida.
Porque son torpes,
groseros, cueles, necios, incapaces, excesivamente desarreglados en sus
costumbres, violentos, rudos, carentes de miramiento y civilidad, toscos, sin
pulimiento, en estado natural, animales irracionales, sin límite, sin medida.
Son realmente brutos.
Una herramienta como el botón de pánico, jamás debería ingresar al comercio de noticias. Es una aplicación que llega al dispositivo, de manera directa de la institución a niños, niñas y adolescentes, sin campañas publicitarias, ni intermediarios, ni discursos, ni declaraciones de prensa. Se trata de un recurso con potencial de poder rescatar a las victimas y como tal debe ser considerado. Toda la información necesaria para instalar la aplicación y usarla, no sale en ningún informativo, sino que es enviada directamente al usuario/a de la Ceibalita.
Más violencia en
esos pequeños cuerpos que el mundo adulto cosifica y se sirve de ellos como les
venga en gana.
Mas violencia en
ese sitio de espanto mal llamado hogar, y que debería ser el lugar de mayor seguridad para niños, niñas y adolescentes.
Más violencia
por parte de quienes se esperaría sean protectores.
Más violencia en
un contexto de encierro que torna difícil la salida.
Una violencia
cruel y despiadada, de la cual son responsables sus perpetradores y quienes le
colaboran a perpetuarla con el silencio o con la palabra, con la ignorancia o con la brutalidad, con la acción o con la omisión.
Hace tiempo que no presenciaba una acción tan irresponsable y brutal.
Me pregunto en cuanto millones se traduce la venta de diarios, las visitas a sus webs o los clicks en sus redes sociales, el rating por los televidentes de informativos, no porque la cifra cambie mi pensamiento. Sencillamente quisiera decir con exactitud por cuanta plata se vende en Uruguay la posibilidad de salvar a una niña victima de abuso sexual.
Me pregunto en cuanto millones se traduce la venta de diarios, las visitas a sus webs o los clicks en sus redes sociales, el rating por los televidentes de informativos, no porque la cifra cambie mi pensamiento. Sencillamente quisiera decir con exactitud por cuanta plata se vende en Uruguay la posibilidad de salvar a una niña victima de abuso sexual.
Entre tanto, sigo pensando en la humanidad embrutecida.
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