El humedal de la política partidaria y la violencia altamente honrada




EL: Venís a cogerme
ELLA: Te acordas que te pedí las pasantías
EL: Después vemos eso. Yo lo que quiero es hacerte el amor
ELLA: Yo necesito que me resuelvas algunas cosas
EL: ¿Me querés coger ahora? Se me para la pija cuando me empezás a hablar. Wuacha. Si venis te chupo toda. Te cojo


Por: Marina Morelli Núñez

¡Cada quien es libre de escandalizarse con lo que le venga en gana! Y de hecho resulta interesante la sumatoria de escandalizaciones individuales que tiende a originar un escándalo accesorio al escándalo original: la tía porque un programa reprodujo los audios y escucho “pija” en el parlante de su radio, la almacenera  porque está convencida que es una conspiración  política, un colega porque leyó una nota que afirmaba sobre presunta comisión de hechos delictivos que a su entender no se configuraban,   una amiga porque la hija se sentó al lado de su padre durante la conferencia de prensa, un conocido porque la mujer no tiene el perfil de víctima de nada, una militante partidaria porque le jode leer a sus compañeros acosadores indignarse por los audios, un conocido porque están mezclando cosas que son privada, y no sigo porque la lista de todas las personas escandalizadas que me crucé en las últimas 72 horas  es bastante larga.

Y yo no quiero ser menos que mis compatriotas y creo que estoy a destiempo de escandalizarme , así que voy a colaborar y suplir la demora con múltiples escandalizaciones.

Me escandaliza que el ámbito político partidario nacional conserve como protagonistas sus patriarcas, los dueños de la pelota, los iguales de siempre, los que hablan más alto en las asambleas, los que golpean mesas para sellar discusiones, los que se han agarrado a las piñas en plena sesión parlamentaria, los que utilizan casitas de parques municipales para convertir a la explotación sexual en sus fiestas privadas,  los que acosan policías  durante la madrugada en alguna rambla al grito de ´soy senador´, los que deciden los destinos de la patria a la una de la madrugada en alguna wiskeria, los que  al grito de oligarca le adicionan "puto" como insulto, los que activan sus sórdidas lealtades cada vez que se enfrentan a las violencias.  Ellos los protagonistas, han sido quienes históricamente han generado la sub-representación de las mujeres en los órganos electivos y no electivos, así como en cargos de dirección de los partidos.

Me escandaliza la desmemoria del proceso por el cual ellos rechazaron la paridad, parapetados  en alianzas estratégicas, coaliciones tácticas, complicidades, disciplinas partidarias y negociaciones montando aquel bochornoso espectáculo en el cual los incluidos polemizaban- entre ellos y encerrados en cuatro paredes suntuosas- si incluirían a las excluidas, si las desiguales podríamos penetrar en sitios donde ni las bancas ni los cargos se multiplican.

Me escandaliza no se comprenda que ellos dieron el permiso con cuota y transitoriedad, porque había que evaluar cómo funcionaba. Yo creo que en realidad temían que alguna mujer absolutamente incapaz, ignorante, inescrupulosa, inoperante, ineficiente e ineficaz ocupara un cargo de dirección política partidaria y así se lograra la verdadera igualdad entre hombres y mujeres.  Notoriamente, esa igualdad no se alcanzó, así que unos años después se calmaron los temores y por ahora el permisito no tiene una fecha concreta para su fin.

Me escandaliza el humedal de la política partidaria y que enfrentada a una mujer que ocupa un cargo y me es desconocida, pregunte ¿quién es?, y me respondan con variantes del lenguaje pero idéntico mensaje: “es la mujer de…”, “es la esposa de…”, “es la amante de…”, “es la compañera de…”, incluidas todas sus relaciones pasadas pueden anteponer “ex”, y en su defecto llegan los parentescos “es la hija de…”, “es la tía de…”, “es la hermana de…”, “es la cuñada de…”, “es la prima de…”.  Es excepcional que te respondan quien es, sin hacer mención a que ellas siempre son de alguien, y ese alguien es un hombre dedicado a la actividad política partidaria lo que en gran medida legitima que estén allí. Sin embargo, enfrentada un hombre que ocupa un cargo de responsabilidad pública y me es desconocido, pregunto ¿quién es?, y me responden con un curriculum abreviado a modo de presentación, que varía el énfasis en su recorrido académico, o su participación en la elaboración de determinada política, programa, o su experiencia en un ejecutivo o legislativo o incluso hasta las publicaciones de las que es autor. En general no me cuentan su historia sexual ni pasada ni presente, o de parentesco en relación directa a una mujer que desarrolla la actividad política partidaria. Parecería que ellos no son de alguien más, y tampoco lo necesitan para explicar cómo fueron designados o permanecen en determinado cargo.

Me escandaliza que las personas se escandalicen por la viralización de unos audios. El escándalo no debería ser unos audios sino el ejercicio del poder público por parte de los gobernantes. La situación no refiere a un señor arreglando las sillas de jardín debajo de la parra del fondo de su casa y teniendo una erección durante una conversación telefónica sobre como las hormigas le comen las plantas. Es un gobernante, manteniendo una conversación sobre asuntos públicos como son la extensión de pasantías e incorporando a la conversación -con total y absoluta naturalidad- el cuerpo de las mujeres como moneda de cambio.

Me escandaliza el intento de invisibilizar el horror que implica concebir los cuerpos de las mujeres como mercancia en asuntos públicos, poniendo foco en la conducta de la mujer. En realidad es absolutamente indiferente que no sea o que sea una víctima, que no sea o que sea  pene-poderoso dependiente, que no sea o que sea parte de una jugada interna. En definitiva nada de eso tiene que ver con lo central.

Me escandaliza la capacidad del sistema político partidario para convertir cualquier acción vulgar, detestable, rancia, corrupta e inmunda hacia las mujeres en una violencia altamente honrada que viene dada en capítulos varios. Como hilo conductor desenfocar lo central para atender que es un buen profesional, un excelente abuelo, un mejor padre, un gobernante que tiene con superávit las finanzas, una persona inteligente, un amoroso vecino y todo aquello que refuerce el honor de los caballeros que siempre aparenta ser vilmente mancillado.

Lo cierto es que los sistemas opresores se montan sobre pilares sofisticados y mecanismos que se acoplan a la perfección, lo que explica que perduren privilegiando inmerecidamente a una elite, mientras destrozan la vida de millones. Ese sistema tiene una forma de anclaje especifica en cada recoveco de cualquier ámbito y si no soy capaz de explicarlo más allá de la generalidad de la opresión, tampoco seré capaz de entenderlo y las acciones que se generen partiendo de diagnósticos equivocados difícilmente logren transformar la realidad.  

Para comprender cómo opera cotidianamente un sistema hegemónico de opresión, es imprescindible identificar los mecanismos que lo sostienen. Y uno, es que las mujeres pedimos permiso, reconocimos la autoridad y el poder.  Quien otorga el permiso, habilita participar, y lógicamente sigue imponiendo sus reglas, sus concepciones y conservando ese poder.

No entenderlo implica, por ejemplo, creer en un razonamiento lineal que más mujeres en política partidaria es mejor. Cuando la pregunta que se impone es ¿qué mujeres? y ¿mejor para qué?

Las mujeres que integran los distintos partidos políticos no son aliadas por el hecho de ser mujeres sino por la conciencia de su mujería de bien enmarcada en proyectos colectivos. Hay mujeres que pueden ser una enorme fuerza retardataria a los mínimos avances alcanzados e incluso podrían coadyuvar a ciertos retrocesos. Si la cosa fuera tan simplona y se centrara en lo cuantitativo, siendo nosotras mujeres la mayoría, bastaría con ponerse de acuerdo en una hora y un día para poner punto final a un sistema que jerarquiza a la baja hasta nuestra propia existencia. Pero no funciona así, digamos que el asunto es un poquito más complejo. Justificar tanto horror e injusticia, poniendo el foco en la ausencia de conciencia de opresión en las oprimidas, es no estar entendiendo casi nada.

El espacio de poder político partidario, urge ser resignificado. No tiene mayor sentido que el estrictamente individual y pasajero, si las mujeres se insertan a ejercer el poder en clave masculina. Necesitan distinguirse, porque las causas que las inspiran a transformar la realidad son distintas, los objetivos son distintos a quienes aún conservan el poder del ámbito político partidario. No se debería manejar los mismos términos, ni adaptarse a los parámetros de negociación que impone manejar esos términos, si aspiran a la transformación y otros a la permanencia. 

La deuda del sistema político partidario no es solo con las mujeres, sino con la democracia.

Por eso es esencial rescatar esa idea de la mujería, como cuestión identitaria, colectiva que nos explica y ubica en nuestro lugar en el mundo, desde la sociedad, pasando por la familia, el barrio, la cultura, el trabajo, la historia… y además nos permite con precisión de humanas, ir delineando el camino de los cambios; pero sobre todo el camino de las transformaciones profundas e indispensables. Rescatar la dimensión social del concepto, hoy es importante. Sobre todo, porque es muy probable que no protagonicen proceso alguno, si se tornan funcionales al sistema.

¡Salud a las que están soñando con transformar el sistema político partidario desde adentro!

¡Salud a las que no se conforman con cambiarle el ropaje ni lavarle la cara!

¡Salud a las que no son serviles ni funcionales a los amos de la política partidaria!

Que aprovechen el permiso de los dueños del sistema, sequen los humedales, le quiten el honor a la violencia, que les valga la alegría y la amorosa aventura de romper todo desde adentro, de desactivar  cada uno de los anclajes que sostienen  concebir los cuerpos de las mujeres tal cual mercancía.





* Gracias Blanca sugerir "el humedal"

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