Documental: Muy joven para casarse.


FUENTE: REVISTA FURIAS
Por Vanina Nielsen
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“Cuando me atormentaba lo que sucedía en el mundo, era el mundo lo que quería cambiar, no mi lugar en él”. Simone de Beauvoir
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El pasado 11 de Octubre se conmemoró, por primera vez, el Día Internacional de la Niña. La fecha se propone tomar conciencia y visibilizar la vulnerabilidad de millones de mujeres sometidas al matrimonio infantil. Violaciones, embarazos no deseados y discriminación por el solo hecho de ser mujeres, son solo algunos de los resabios que deja este delito.

Voces silenciadas entre el llanto que no cesa. Futuros impuestos y roles asignados. Mujeres intercambiadas como objetos. Niñas lanzadas al salvajismo del patriarcado. Sexo violento. Embarazos no deseados. Trato denigrante e inhumano. Pedir ayuda y que la palabra no llegue. Preferir morir a soportar las reglas de un futuro oscuro.

Así, las edades pueden variar pero la inocencia de esas niñas arrancadas de su infancia, por matrimonios estipulados, no conoce de mapas ni de culturas. Simplemente se trata de mujeres, más allá de su país de nacimiento.

Los varones trazan el futuro de esas mujeres que pueden tener desde 7 y hasta 18 años (en casos más bien excepcionales), eso dependerá de la cultura en la que hayan tenido la suerte de nacer. Sus libertades son mutiladas, y ellas arrastradas a las decisiones de varones “fuertes”, y considerados capaces de protegerlas.

“Me casé cuando tenía siete años. Siempre me dije: Dios me está castigando por algo”, comentó una mujer de las tantas que muestra el documental “Muy joven para casarse”, mientras la reportera le pregunta a una embarazada si espera alguna ayuda o se siente preocupada por su futuro, a lo que ella responde:“Nunca tuve ayuda de nadie” sin poder contener el llanto.
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En nombre del patriarcado

El “matrimonio por canje” resulta ser una práctica común en varias regiones del mundo, haciendo que millones de niñas sean intercambiadas por sus padres, como simples mercancías y en provecho de su propia familia. Los varones tienen derechos sobre ellas, mientras que ellas nunca tienen derechos sobre ellos.

De esta manera, las asimetrías en las relaciones de poder reproducen una histórica creación: el patriarcado, el cual hace referencia a un tipo de organización social que establece diferencias entre varones y mujeres, naturalizando la sumisión de estas últimas, definiéndolas como seres incompletos y dependientes, con roles bien definidos e impuestos por la cultura patriarcal, logrando que la mujer interiorice su propia inferioridad debido a las normas y leyes establecidas.

Así, calladas y sumisas, esas niñas acceden a las decisiones impuestas primero por sus padres, y luego por sus nuevos “protectores” masculinos: sus maridos. Las menores se ven obligadas a casarse por varios motivos entre los que se encuentran el hecho de considerar a las niñas como una carga económica, también hay familias convencidas de que casarlas a una temprana edad permitirá protegerlas de agresiones sexuales, suponiendo que de esta manera tendrán la protección de un tutor varón. Asimismo, la discriminación por motivo de género también es otro de los motivos por el cual las obligan al matrimonio para asegurar su docilidad y obediencia.

Una vez que fueron obligadas a casarse, esas niñas tienden a dejar la escuela para dedicar su vida al servicio doméstico y cuidado de ese marido que su familia eligió. Luego es probable que se conviertan en madres, muchas veces sin siquiera desearlo, ya que en algunos casos se trata de pequeñas de tan solo 7 u 8 años, que no conocen o tampoco tienen acceso a métodos anticonceptivos (sólo el 22% los usa).

Según datos aportados por la ONU, cada año se casan alrededor de diez millones de niñas o adolescentes y, al tratarse de menores, peligra su vida en caso de quedar embarazadas ya que el vínculo entre edad y mortalidad es muy estrecho haciendo que las madres que tienen entre 10 y 14 años tengan cinco veces más posibilidades de morir durante el embarazo o al dar a luz.

De esta manera, las vidas de estas niñas carentes de madurez se encuentran cercadas por decisiones ajenas, convirtiéndose en objetos de propiedad, sufriendo violaciones a sus derechos de salud y educación, como así también su libertad física y psicológica.

“No sólo no me preguntaron si estaba dispuesta a casarme, ni siquiera me dijeron que me iban a entregar a un hombre bastante mayor que podría ser mi padre”, relató una mujer pakistaní obligada a casarse a los 10 años con un hombre de 45, ya casado y padre de cinco hijos.

Ella, sin educación, inmadura y frágil, tampoco sabía que el matrimonio implicaría tener relaciones sexuales, ya que hablar de ese tema “no se consideraba correcto”, pero contó, entre lágrimas, que su marido la obligó a hacerlo.
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Números en rojo

El 19 de diciembre de 2011, la Asamblea de Naciones Unidas aprobó una resolución que establecía declarar el 11 de Octubre como el Día Internacional de la Niña, con la intención de crear conciencia sobre la problemática del matrimonio infantil en todo el mundo.

Este año fue el primero en que se hizo alusión a la fecha, en la que poco hay para celebrar, más bien para concientizar y visibilizar la vulnerabilidad de millones de mujeres. Por ello el pasado 11 de Octubre, la ONU difundió las cifras actuales de esta violación a los derechos humanos, estableciendo que de continuar con la tendencia actual de matrimonio precoz, durante la década 2010-2020 se estima que se casarían alrededor de 142 millones de niñas, es decir 37.000 cada día.

Por lo tanto, y ante cifras que se alejan de erradicar la problemática, el informe exhorta a que los gobiernos adopten medidas como la aprobación y aplicación de leyes capaces de elevar la edad mínima de matrimonio hasta los 18 años, reforzar los programas de prevención y tipificarlos como delitos, como así también detectar las zonas en donde se produce el mayor porcentaje de matrimonio infantil.

Actualmente las zonas más afectadas resultan ser el sur de Asia y África Subsahariana -con mayor incidencia de la problemática- aunque América Latina y el Caribe, Medio Oriente y Europa Oriental también cuentan con altos porcentajes de matrimonio infantil. Sin embargo, el mapa muestra un panorama más alentador para aquellos países en vías de desarrollo como Bolivia, Armenia, Etiopía y Nepal, en donde el matrimonio sí ha disminuido.

Algunos países ya comenzaron a adoptar y aplicar leyes y políticas contundentes para prevenir el embarazo infantil y la violencia basada en el género, sin embargo todavía queda mucho por hacer, ya que si bien son importantes las cifras oficiales y permiten visibilizar parte de la dimensión de la problemática, lo cierto es que la mayoría de los casos son silenciados y no se denuncian como delito.

Mientras tanto, el tiempo pasa y alguna mujer estará renunciando a su autonomía y a la oportunidad de alcanzar su pleno potencial. Otra tal vez estará peleando por su vida mientras trae al mundo un hijo que nunca deseó. Y otras tantas buscando la explicación lógica ante una realidad impuesta, que sigue reproduciendo al patriarcado más brutal, injusto y aberrante.
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“Muy joven para casarse” (“Too young to wed”) es un documental realizado en 2011 por Stephanie Sinclair, con apoyo de National Geographic. En breves 10 minutos, se muestra la problemática del casamiento infantil, práctica prohibida en muchos países pero aún llevada a cabo en la actualidad, en donde las niñas son obligadas al matrimonio por diferentes causas.

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