Mala Combinación: Palcos Oficiales y Yo.
Por Marina Morelli Núñez.
Admito que la cuestión de los palcos oficiales, no configure una temática
demasiado profunda, ni de interés general, ni siquiera de algún colectivo en particular. Este es un
tema personalísimo que me persigue desde antaño.
Nunca comprendí cual es la necesidad de montarlos ni ocuparlos,
sobre todo tratándose de expresiones culturales y populares.
En realidad, corresponde aclarar que mi problema no es con
la estructura en si misma. Más bien es con las autoridades y la
comitiva de alcahuetes que frecuentemente los ocupan.
No encuentro una explicación lógica para que los gobernantes
destinen dinero del pueblo en montar un palco oficial, que ocuparán ellos
mismos y que tiene por única finalidad distinguirlos del pueblo que es quien lo
paga. Una ubicación preferencial, que hasta simbólicamente me resulta
repudiable, pues siempre tienen una altura superior, por lo cual el mensaje
parece muy claro: quienes los ocupan están por encima de todo el resto.
Y a tal punto llega mi especie persecutoria con esos simbolismos,
que he prestado atención en como se ocupan los lugares, como no se encuentra
asiento pero con tal de permanecer se quedan parados, o el saludo previo y cómplice
que habilita la subida... Cuidado que esto
adquiere las características de entretenimiento
gratuito cuando una conoce el lugar y a su gente. Resulta interesante, por
ejemplo, verificar que aunque las autoridades cambien, en general los alcahuetes del poder casi
siempre sigan siendo los mismos - una arista al que un día
dedicare algunas líneas-.
Pero centrándome en la mala combinación entre los palcos oficiales
y yo, diré que durante los últimos tiempos, mi pueblo se vistió de fiesta en
algunas ocasiones, y en muchas mas he
recibido la inquietud de porque no he estado presente.
Lo raro de toda la cuestión
es que si he participado y disfrutado de esas fiestas. No de todas. Va de suyo
que mi preferencia -no ha cambiado por haber sido electa Concejala- continúa siendo las expresiones culturales y
populares, por lo cual he rechazado cena de gala y desfile cívico-militar entre
otros glamorosos eventos, a los que no concurriría ni en estado de degradación humana.
Pero disfrute por ejemplo del ya clásico Desfile de Llamadas y del tremendo espectáculo
que brindaron Los Olimareños. Sin embargo quienes manifiestan aquella inquietud,
a pesar del transcurso de los meses continúan insistiendo en mi supuesta
ausencia. Al punto tal, se ha reiterado el planteo, que decidí ahondar en las razones de
mi invisibilidad, esas por las cuales se me dice que no estuve cuando en
realidad si estuve.
Las conversaciones fueron esclarecedoras: no me vieron en el Palco
Oficial.
Acaso y seriamente ¿alguien podía presumir que yo ocuparía un
lugar en un palco oficial?.
De verdad, todo esto me pareció muy extraño.
De verdad, todo esto me pareció muy extraño.
Y así, se suma un nuevo elemento a mi relacionamiento con los
palcos oficiales, que desde ya aviso, ha sido, es y continuará siendo de repudio e incomprensión.
Si me buscan, seguramente me encontrarán entre la gente.
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