Independencia & Dependencia JUDICIAL
Independencia & Dependencia JUDICIAL
A esta altura de la historia es irrelevante el estilo de quienes hacen gárgaras
con la frase “independencia judicial”,
porque provoca el mismo susto escucharlo desde la supuesta solemnidad del discurso
académico, que desde esa rara especie de orgullo patriótico desilustrado, o de
quienes lo referencian golpeándose el pecho estilo orangután en celo.
Por: Marina Morelli Núñez.
Un poder judicial en dependencia se
erige como una fuerza retardataria para
el desarrollo democrático de cualquier país y es uno de los peores escenarios
que pueden enfrentar nuestras sociedades modernas, donde la corrupción, la
vulneración de derechos, la ilegitimidad
y arbitrariedad se tornan en protagonistas
coyunturales, que culminan sedimentando lo antagónico al estado de derecho.
El grado de dependencia-
independencia, autonomía e imparcialidad se analiza en relación a varios aspectos que son estructurales, a
saber:
· * frente a otros poderes u órganos del Estado;
· * en el proceso de selección y nombramiento de
cargos;
· * en el ejercicio de la función jurisdiccional;
A su vez cada uno de éstos
aspectos, posee componentes que hacen al status institucional, funcional y
presupuestario que permite cumplir adecuadamente la función; la dotación de
recursos técnicos y humanos adecuados y suficientes con el fin de asegurar que los operadores/as puedan realizar de
manera efectiva sus respectivos roles en el acceso a la justicia; los procesos
de selección con criterios objetivos y procedimientos previsibles que tengan
por propósito seleccionar con base en el mérito y las capacidades profesionales,
entre otros. Y por si fuera poco complejo
hasta aquí, cada uno de estos componentes
presentan varias aristas que deben
analizarse de manera no aislada sino en relación a las restantes. De
hecho, quienes se han dedicado a estudiar en profundidad el tema, son contestes
en afirmar que la dependencia o independencia judicial, no es medible
exclusivamente en función de que exista una constitución que declare la no subordinación
de ese poder a los restantes Ejecutivo y Legislativo.
El concepto, su desarrollo, el
alcance y la enorme transcendencia de la dependencia e independencia judicial y
su impacto en el sistema democrático, no nos lo enseñan en la escuela, en el
liceo, ni en la universidad. Lamento informarle que tampoco lo aprenderá
leyendo los estados de sus amigos en Facebook, ni los comentarios al pie de la
noticia web y menos escuchando a quienes hacen política partidaria. Va de suyo
que tampoco leyendo éstas líneas que se caracterizan por su inutilidad y
obedecen exclusivamente a que el calor en febrero me invita a escribir. Coincidiremos que apenas y a duras penas, a la ciudadanía se
nos inculca ideas a estilo titular de
diario que comercia noticias, y así ingresamos al mundo adulto con la garantía
certificada de modo loro
Para su correcto funcionamiento modo
loro, necesita siempre de quien reitera el titular y de quien le festeje aplaudiendo
la reiteración. Si el loro careciera de público con seguridad se callaría el
titular, y si el público careciera de loro con seguridad se pondría por si a
pensar.
Yo soy de un país en el cual el
modo loro en muchos temas ha funcionado siempre a la perfección. No tengo idea
si ello obedece al clima, al dulce de leche, al perfil poblacional, al carnaval
más largo del mundo o a la penillanura suavemente ondulada; pero lo cierto es
que si se pensara en aplicar a otras partes de nuestro querido mundo, con
seguridad nos merecemos ser reconocidos
y tomados como país modelo.
No hay mejor estado de felicidad y
tranquilidad que el que otorga la ignorancia. Y como no es mi intención intranquilizar ni
incomodar a nadie, solo le propongo que imagine. El ejercicio de imaginar apenas
usted lo sienta agotador e incluso espeluznante, le permite regresar con
inmediatez a la zona cómoda. Esto se diferencia en mucho del ejercicio del
saber, de allí usted no podría regresar jamás, así que piénselo treinta veces
antes de decidir entrar allí.
Olvídese lo que otros le han
dicho a usted que significa independencia judicial, e imagine por unos minutos
que vive en un exótico país cuyo poder judicial carece de potestades de definir
su arista presupuestaria y solo tiene la atribución de gestionar los dineros
que otro poder del estado le adjudique, en base a lo que ese otro poder del
estado entiende que es o no les suficiente.
Ahora redoble el esfuerzo y con esa rara idea anterior presente, imagine por unos segundos que los más altos cargos del
poder judicial de su país, son negociados como figurita de álbum de mundial de futbol,
por no más de un par de personas pertenecientes a partidos políticos, sin criterios
objetivos establecidos con antelación a la elección, sin rendir cuentas con
posterioridad y sin nunca transparentar y
explicar lo que hacen. Si no le resulta agobiante, súmele que ante el fracaso
de intercambiar figuritas, funciona la antigüedad por lo cual le gobernará
alguien cuyo mérito es haber permanecido en la carrera funcional mientras el
tiempo transcurría como cronología natural. Sin que estas dos ideas se le
escapen, imagine por unos segunditos que los elegidos por motivos que usted siempre desconocerá o quienes tienen el mérito
de la antigüedad, son solo cinco
personas que tienen a su cargo juzgar en última instancia las causas que
definen la vida de la gente y el andar de las instituciones, declarar la
inconstitucionalidad de las normas, decidir los nombramientos, los ascensos y las
sanciones de magistrados/as, crear,
aplicar y evaluar todas las políticas públicas de justicia en ese país, tener a
su cargo la defensoría pública, formar a futuros jueces y juezas, y administrar el presupuesto. Con estas tres pesadas
ideas en su mente, imagine por un instante que una de las características más
sobresalientes de la ciudadanía que habita ese opaco país, es pensar que del
poder judicial deben ocuparse otros/as muy sabiondamente especializadas, porque
ubican hasta al propio sistema judicial como un algo extraño y superior, muy
alejado del común de la gente.
En ese tipo de rarísimos y lejanos
países solo posibles mediante el producto de nuestra gran imaginación, pueden llegar a suceder cosas mágicas, como por ejemplo mientras se prepara
una futura ley y con solo pronunciar la palabra “inconstitucionalidad” de un
saque y fuerte, se puede causar un cuadro de enterocolitis aguda a quienes
legislan. Desconozco las razones. De verdad, son países muy raros. También,
suelen pasar otras cosas que no tienen ninguna explicación lógica, como por
ejemplo no saber diferenciar a la Justicia referida a ese ideal al que humanos
y humanas aspiramos como valor, de la
justicia referida al servicio público que presta el Estado mediante sus
servidores. Y en esos países de mágicas sensaciones,
las personas están convencidas que derecho y justicia es la misma cosa llena de
luz, objetividad, imparcialidad, igualdad, eficiencia y eficacia, por lo cual demonizan
y se quejan de los/as que se quejan porque la respuesta del derecho no les
parece justa, o porque la respuesta del sistema de justicia no les parece
adecuada a derecho. Es tan bueno el marketing del orden establecido, que aún en el sometimiento, la deventaja y la
vulneración de derechos, las personas se sienten felizmente bendecidas.
Definitivamente, es todo muy raro.
Volvamos a la realidad. Suficiente, ¿verdad?. Me imagino
yo, su espanto, vergüenza ajena, indignación, agobio y horror al apenas imaginarse las condiciones en
las cuales viviría la pobre gente en ese tipo de países siempre lejanos, con sistemas tan opuestos al nuestro y con un
estancamiento tan evidente en su desarrollo democrático. Cuanta
irresponsabilidad ciudadana acumulada al servicio de quienes se parapetan en el
poder, ni siquiera tienen conciencia del tiempo histórico que les tocó en
suerte, y ni pueden pensar en construir algo mejor para quienes vendrán. Usted no se preocupe, dicen por aquí y por
allá, que en definitiva los pueblos
tienen los gobernantes que se merecen, y eso aplica a todos los poderes del
estado.
Tranquilidad absoluta, eterna y
bendecida. Que la imaginación no le asuste. Por suerte nosotros/as vivimos en Uruguay, el país en el que modo
loro funciona a la perfección.
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