La repugnancia de ayer, es la de hoy.


Por: Marina Morelli Núñez

En el Uruguay de la década de los 90`, hubo gobernantes que se atrevieron a medir la pobreza según la cantidad de autos 0 kilómetros que se adquirían. 

Su razonamiento alcanzaba un grado de vulgaridad tal, que salían a los medios de comunicación a decir que la pobreza bajaba en Uruguay dado que se habían vendido durante el año, tal o cual, cantidad de vehículos nuevos.

Lo manifestaban sin ninguna clase de vergüenza. Hasta diría que lo decían con una rara especie de convencimiento profundo.

Las organizaciones sociales, los sindicatos, los centros de estudiantes y diversos colectivos populares, se abocaban a develar con solvencia, que no había conectividad ética ni científica, que permitiera seriamente concluir en la baja de pobreza, en base a ese conjunto de indicadores. Hubo un montón de personas que lo comprendieron.

En lo personal, me generaba repugnancia aquel discurso lineal de los gobernantes que las radios, televisión y diarios reproducían,  Constituía un proceder inaceptable por múltiples aristas, entre ellas, abusar de la ignorancia de la ciudadanía, mentir descaradamente,  echar mano a cualquier tipo de indicador con tal que los números permitieran mantenerse en el poder gubernamental, cumplir con los deberes de los organismos internacionales, en fin... todas esas cosas que la clase política es capaz de hacer cuando el poder le inundo los poros y el sillón le amoldó las nalgas.

Aquella, sin dudas, fue una década difícil en términos de desarrollo democrático. Y hubo mucha gente que colaboró activamente para que así fuera. La enorme mayoría mediante la pasmosa quietud y el silencio cómplice, mezclado con ese ánimo acomodaticio que humanos/as cargan.

Desde aquella década de los 90` hasta éste recién parido 2016,  algunas cosas han cambiado radicalmente, una enorme cantidad no tanto y otras permanecen idénticas. Idénticas al punto tal, que por momentos pareciera un dèja vu.






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