Una Canaria en Canelones

Por Marina Morelli Núñez.

No hay corrupción más grande que la de aquellos que tienen la institucionalidad al servicio de sus diminutos intereses y rencores personales. Este tipo de desvío injustificable, en poco y nada se relaciona con los partidos políticos y en mucho con los hombres y las mujeres que circunstancialmente detentan y se parapetan en el poder.

Para mi nunca ha sido suficiente los planes de igualdad o  la utilización del lenguaje no sexista y menos en los gobernantes. No me engañan  con el ‘bienvenidas y bienvenidos’, ‘todas y todos’,  o con las políticas de reconocimiento de las diferencias que no dan ni un solo paso a las de redistribución. En definitiva,  con el discurso universal  vacio en quienes rascamos un poquito y verificamos que no dejan de considerarse el ombligo del mundo.


Admito  así pensarlo y así decirlo y por ello no ser políticamente correcta. ¿Y que? En cierto grado me enorgullezco de eso. Es mas, confieso que en ocasiones me divierte enterarme de sus reacciones, comentarios, enojos y demás yerbas de quienes en sueños de poder se creen ‘superman’ o la ‘mujer maravilla’.


Con seguridad puedo afirmar que  a ellas y ellos, no les agrada escuchar como se los responsabiliza de las cuestiones de las que son responsables y frecuentemente utilizan todos los medios a su disposición para silenciar esas voces. ¿Si lo logran? En ocasiones si y en otras, definitivamente,  no.

El poder tiene variadas formas y fuera de la institucionalidad  también existen espacios de decisión y definición.  Uno de ellos es la sociedad civil organizada, y en esa lucha he verificado por ejemplo como el movimiento de mujeres y feminista le da voz a quien piensa diferente. Resulta sencillo comprender esa acción, pues no es posible avanzar si se discute entre las idénticas, si se utiliza el autoconvencimiento colectivo y se evita generar espacios para discutir, debatir, desarrollar ideas y pensamientos. Por lo tanto, me consta que no existe una sola forma de ejercer los poderes.

La riqueza esta en la diversidad, solo que algunos si bien abusan discursivamente de tal circunstancia, no son capaces de aceptar otro pensamiento mas que el propio y el de su comitiva de alcahuetes y alcahuetas.


Hace un par de semanas recibí del Gobierno Departamental de Canelones la invitación a exponer durante el Seminario Internacional ‘Genero e Interdisciplinas, Enfoques y Perspectivas’, que se llevo a cabo en la capital del departamento el pasado 18 de noviembre, en el marco del Día Internacional de Lucha contra  la violencia hacia la Mujer.

Siempre respondo con idéntica responsabilidad y entusiasmo a las invitaciones, provengan de una organización barrial, de una universidad extranjera, de un programa de radio comunitaria o la de organizaciones sociales que creen que puedo aportar a sus proyectos.

La responsabilidad y el entusiasmo, obedecen a que me conmueve hasta lo más íntimo de mí ser,  que quienes ejecutan acciones reales para transformar este mundo, crean que puedo ser útil a esa transformación a la que también aspiro.

En verdad, es un muy extraño que los gobiernos me extiendan algún tipo de invitación, pero mas extraño aun me resulto la del gobierno del lugar donde vivo.

Hace unos años fui coordinadora y responsable de un proyecto  que considero el mas interesante  de mi carrera en el campo de la investigación jurídica. Su nombre fue DERECHO HUMANO A UNA VIDA LIBRE DE VIOLENCIA. POR UNA PROTECCION REAL. Este proyecto que hasta el presente es el único que estudio la aplicación de la Ley 17.514 (más conocida como la Ley de Violencia Domestica) en sus dimensiones objetiva y subjetiva, se ejecuto en el Departamento de Canelones. Se constituyo en una humilde herramienta de conocimiento puesta en manos de quien quisiera tomarla. Pocas veces he corroborado tanto desprecio gubernamental hacia un aporte de tal naturaleza, como lo fue el ejecutado por el Gobierno Departamental de Canelones y  específicamente por el Área de Género y Equidad que lo integra.


Entonces, que  ‘una Canaria en Canelones’ presentara una ponencia en el seminario internacional era de lo mas corriente y común para los asistentes. Sin  embargo para esta Mujer Canaria  y para algunas Mujeres Activistas con las cuales hemos recorrido un caminito de aportes en la defensa de los derechos  humanos de las mujeres, aquella invitación no era nada común ni corriente.

Provenía de idéntica institucionalidad que hace poquitos años  desprecio la voz de a quien hoy le daba un micrófono.

No me interesa profundizar en aristas personales, solo reparar en una circunstancia que puede coadyuvar a reflexionar sobre los espacios, los roles y sobre todas las cosas, en como los hombres y las mujeres ejercen el poder institucional y en definitiva aportan a enriquecer la democracia.

Porque la incoherencia no es ficha obligada en un partido político o en las formas de hacer la política, más bien es parte del humano y la humana quienes ejerciendo poder parecen corromperse con cierta facilidad, y se ven tentados a usar todo el aparato estatal en contra de quienes le caen mal, o dicen lo  que supuestamente hay que callar, o desnudan sus mediocridades o sencillamente de quien no forme parte de su comitiva.

Por suerte, la coherencia también tiene que ver con los hombres y las mujeres.

Con micrófono o sin el, mi  discurso y mi acción continúan por el mismo camino.

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