Seguridad Alimentaria y Soberanía Alimentaria.

DE quorumdigital.info


El Diputado Esteban Pérez expuso la presente ponencia en la Comisión de Ganadería Agricultura y Pesca del Parlamento Latinoamericano-Parlatino, Panamá, reunida entre el 24 y 25 de marzo 2011. Hoy en día lograr la seguridad alimentaria sobre todo dentro de un modelo de soberanía alimentaria parece estar alejándose de América Latina.

 La crisis financiera mundial ha hecho apetitoso para el capital mundial nuestros ricos recursos naturales, nuestros variados climas. Desde ya hace varios años venimos notando un aumento importante de los precios de los productos agrícolas Antes que nada debemos precisar la diferencia que percibimos entre seguridad alimentaria y soberanía alimentaria. Nada mejor para ello que utilizar un ejemplo concreto. Puedo pertenecer a un país desértico donde no sea posible ningún tipo de producción de alimentos; en este caso no tengo ni soberanía ni seguridad alimentaria. Pero si ese mismo país tiene en su subsuelo un enorme yacimiento petrolífero, tendrá entonces seguridad alimentaria pues con los petrodólares podrá comprar los alimentos que necesite pero, ¿tengo soberanía alimentaria? Claro que no. Soy soberano en la posesión de petrodólares pero soy dependiente de que me quieran vender la comida. Estamos asistiendo a un nuevo fenómeno mundial y es que países que no pueden lograr seguridad alimentaria en sus territorios, están adquiriendo tierras en otros estados para asegurarse su comida, para garantizar la seguridad alimentaria de su nación. Son naciones poderosas económicamente y pueden hacerlo, pero de hecho, se nos quedan con retazos de soberanía alimentaria de aquellos países pobres o que no perciben aún el riesgo de esta nueva modalidad. Esos tentáculos se están tendiendo hacia nuestra querida América Latina. En parte podemos explicar el aumento de los precios de los alimentos en que dos enormes países como China  e India, que están en expansión económica, están generando una demanda descomunal de alimentos al cambiar sus hábitos alimenticios. No existe más la China del único tazón de arroz por cabeza; al mejorar sus ingresos y elevar el nivel de vida, les cambió el paladar. Quien gana mejor come mejor. Ahora les gusta el churrasquito, la proteína animal. Pero sucede que a los animalitos también les gusta comer, entonces para reproducirlos hace falta mucho poroto de soja para alimentarlos a ración y ésta presiona al alza los precios y despierta ambiciones en los capitales financieros bastante apaleados por el estallido de la burbuja inmobiliaria de EE.UU.La tierra entonces, y los alimentos también son su nuevo objetivo especulativo. Nada importa para ellos ni la seguridad ni la soberanía alimentaria. Sólo la especulación, la acumulación de dinero. La comida pasó a ser parte de la especulación, la tierra también. También está gravitando el fenómeno de los Agrocombustibles  como una posibilidad de reducir la dependencia petrolera  y disparar de sus precios altos. La especulación.En estas condiciones de la demanda mundial, debemos agregar la especulación comercial que retiene y maneja grandes volúmenes concentrados en pocas empresas, regulando el comercio mundial. Hoy en día los alimentos están a la altura de cualquier bien de consumo; se especula con ellos, cotizan en bolsa y el capital ve en ellos y encuentra una nueva oportunidad de negocio. De carambola la tierra, si es productiva, se somete también a la especulación y pasa a ser un negocio del capital financiero. Entonces nos encontramos ante la paradoja de que en el siglo pasado la preocupación del hambre mundial nos llevó a la “Revolución Verde”, la que aumentó los rindes agrícolas cambiando viejas prácticas de cultivar. Objetivamente impactó en los volúmenes de producción pero también objetivamente, desde el punto de vista de reducir el hambre, fracasó. Podemos concluir entonces que el hambre actual no es un problema del volumen producido; el problema es que la comida, el alimento se transformó en moneda de especulación. En la mayoría de los países latinoamericanos la nueva modalidad del agronegocio es quien marca las políticas agrarias diciendo cómo, dónde y qué es lo que se produce. Estas grandes empresas realizan inversiones directamente sobre los territorios: compran o arriendan tierras, o utilizan incluso tierras estatales para producir el cultivo más rentable en ese momento. Manejan un paquete tecnológico concreto donde semillas, fertilizantes, maquinarias y agroquímicos constituyen una manera de producir que genera grandes rendimientos productivos en base a altos costos y una intensa utilización de los recursos naturales, provocando erosión del suelo, contaminación del agua, contaminando con agroquímicos alrededor incluso de poblaciones y contaminando con transgénicos muchos recursos genéticos de estos países. Se puede argumentar con algo que es cierto: el PBI aumenta, lo que permite algún recursito económico para restañar las heridas sociales que genera esta situación, pero restaña, no cura. Estamos, a mi entender, ante un neocolonialismo exportador de materias primas sin industrializar o procesar, exportando muchos de estos recursos a zonas francas dentro de los mismos países, que son embarcados hacia los países de mayor potencia industrial. Estas empresas manejan, de hecho, las políticas agrícolas de los países, por lo tanto nuestra soberanía alimentaria, llegando incluso a presionar para que parte de la inversión pública se oriente a solucionar los problemas de infraestructura que les son propios.
Priorizar la población.
Esto nos lleva a plantearnos algunas preguntas:
- ¿Qué nos dejan como recursos para nuestros pueblos?
- ¿Qué modelo de país nos impulsan a desarrollar?
- ¿Qué modelo de desarrollo necesitamos para ser verdaderos timoneles de nuestros países, con justicia social y nada menos que soberanía de nuestra propia comida?
Pensar que aumentando los volúmenes de producción se soluciona el hambre  es, además de un error, podríamos decir que una simpática y bien intencionada ingenuidad. En las últimas décadas el éxodo de la población a las ciudades ha generado un despoblamiento del medio rural, una crisis cultural. Se mudan a pasar mal alrededor de las ciudades campesinos con una cultura de producción. No consiguen empleo o son de mala calidad. Sus conocimientos no son útiles en el asfalto.Ese éxodo favorece aún más el proceso de concentración de la tierra en manos de grandes terratenientes, sociedades anónimas y las transnacionales. A principios del siglo 20 la mayoría de la población mundial producía alimentos; hoy en día la mayoría consume y un pequeño porcentaje produce. Esto hace que el riesgo de la dependencia y la inseguridad alimentaria estén a la orden del día. La dependencia tecnológica, la petrodependencia de los agroquímicos, el monocultivo, los transgénicos, muestran la cara de un modelo que solo puede ser sustentado por grandes capitales y que, a la vez, es poco sustentable. Son formas extractivas de explotación. Nos chupan las nutrientes de los suelos y cuando éstos ya se tornan infértiles, toman su dinero y se van a otra parte. No les importa la riqueza patria de nuestras nutrientes. El proceso de exclusión, marginación y hambre no va a cambiar mientras los países subordinados no prioricen su población, haya un uso social de los recursos naturales y se desarrolle una reforma agraria donde las personas  vuelvan a la tierra a producir  con un modelo sustentable que genere las bases para la seguridad alimentaria. Para revertir este modelo de exclusión que incrementa más la brecha entre ricos y pobres, que degrada los recursos naturales de nuestro continente, es necesario plantearse un nuevo mirar de lo que significa producir alimentos. Es, a mi entender, necesario aumentar la intervención estatal bajo formas organizativas de los principales actores: organizaciones sociales, productores, consumidores. Hay que dar prioridad a la producción de alimentos para mercados domésticos y locales basados en explotaciones campesinas y familiares. Volvemos a la pregunta: ¿cuáles son las causas reales del hambre? Ya dijimos no se soluciona incrementando volúmenes de producción aunque no sean extractivos, aunque sean agroecológicos. La causa fundamental del hambre es el sistema capitalista  injusto ideológicamente en lo social y en lo económico. El sistema económico es quien rige la suerte de la mayoría de los habitantes del planeta y ha sabido generar una formidable estructura para sostenerse donde los países centrales ricos marcan el paso a los pobres.

  • Esteban Pérez es diputado del Movimiento de Participación Popular- Frente Amplio. Sector mayoritario dentro de la coalición de izquierdas que gobierna Uruguay. Representa al departamento de Canelones







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