GINOPIA.


Por: Marina Morelli Nuñez


Las mujeres se encuentran en consulta ciudadana desde antes que yo naciera. Una vez, otra vez y otra más se relevan las necesidades, inquietudes y demandas. Cuando a posteriori se aguarda la acción como respuesta lógica, una corrobora que las políticas y leyes capaces de afectar la realidad, duermen un agrio sueño, inducido por quienes justamente hurgaron y escarbaron en nuestras urgencias. Así e inevitablemente cuestiono el sentido real de las consultas, asambleas, relevamientos, participación y la democracia, ya que en ese contexto las necesidades de transformación han sido y serán las mismas, hasta tanto se las contemple.

Me resisto a pensar que quienes detentan las potestades están convencidos de que la mujer posee como atributo inherente la inferioridad de cuerpo y mente, en virtud de lo cual continuará in eternum gritándoles al oído lo que necesita. Me inclino a creer que la contemporaneidad en la cual abundan simbolismos y se carece de la respuesta real que repercuta favorablemente en la vida de nuestras mujeres, obedece a la ginopia. Una ceguera que impone la lógica perversa, que no es casual, tampoco inocente y ni siquiera torpe o consecuencia de la distracción.

Por ello, los Estados que aspiren al desarrollo sostenible, inevitablemente deberán asumir el compromiso previo y real de ejecutar todas las acciones tendientes a erradicar de plano la ginopia. Va de suyo que si en lugar de Estados nos referimos a los pueblos que aspiran a la transformación de la sociedad, ese mal cultural deberá ser extirpado a conciencia y con premura.

El término revela la imposibilidad de ver lo femenino o la invisibilizacion de la experiencia femenina, y posee un significado que contiene pero supera ampliamente la simple etimología. Invade el lenguaje, educación, legislación, políticas públicas y culmina corrompiendo los cimientos sobre los cuales se pretende construir una sociedad más justa.

Ese no ver lo femenino actúa como pilar en la transmisión de la desigualdad, pues se acopla a la perfección con otros mecanismos excluyentes como el lenguaje misógino, el pensamiento dicotómico, la maternidad forzada, el trabajo sexuado, la ciencia adrocéntrica, entre otras.

La ginopia se encuentra íntimamente relacionada a la cultura androcéntrica, al poder, la lucha por la conservación de inmerecidos privilegios, la cultura de dominación, entre otras tantas aristas. Es parte sustancial y representativa de un sistema que desprecia la vida de las mujeres.

La ginopia es una cuestión política, y el compromiso de combatirla también debería serlo, radicándose no solo en la institucionalidad, también en el movimiento de mujeres y feminista y en la sociedad toda, evitando así caer en la riesgosa situación de consensos tácitos que garanticen su perpetuidad.



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